miércoles, 24 de octubre de 2012

¿Era verdaderamente mala suerte?


Llevo casi dos semanas igual, con mala suerte. Haga lo que haga las cosas no me salen del todo bien, y pensaba que era algo pasajero, pero al final ha sido un día, tras otro día  tras otro día. Si me quedo a dormir en algún sitio, me tengo que poner malo de la barriga. Si tengo un par de semanas este cuatrimestre con prácticas a tomar por saco de donde vivo, se me va a estropear el coche nada más empezar. Si salgo con tiempo de casa, me voy a perder. Si me quitan las clases de un viernes me van a poner una práctica. Poco puedo hacer más por torcer la cabeza, pero el ver las cosas desde otro ángulo no me sirve para contemplarlas mejor.


Entonces, hace un par de días me acordé de una frase que mi autor favorito le hacía pronunciar a uno de los antihéroes que protagonizan sus novelas: "Tienes que tener en cuenta la posibilidad de que no le caigas bien a Dios." Y eso... eso no puede ser.

Yo soy de los que piensa que después de algo bueno siempre viene algo malo. Que tras un día de dicha llegará un día de desgracia, y que todo pasa porque en el mundo deben de haber cosas buenas y cosas malas, para equilibrarse. Todo gira en una especie de círculo que podríamos definir como una balanza, y que define nuestro momento. Por cada "pro" podemos encontrar al menos un "contra", otra cosa es que queramos verlo, y por cada "contra" podemos encontrar un "pro".

Las cosas buenas nos hacen disfrutar de la vida, nos hacen estar alegres, liberar endorfinas, descargar adrenalina y "dejar de sentir". Digo "dejar de sentir" porque realmente si solo nos pasasen cosas buenas dejaríamos de ser humanos, al final no disfrutaríamos de nada. Es como cuando te compras una camiseta, que como mucho, y con la camiseta más bonita, te puedes alegrar los primeros cinco minutos, no disfrutamos; si se te rompe cualquier camiseta puedes estar lamentándote meses. Vete de rebajas, cómprate 20 camisetas de golpe y a ver cuánto te alegras por cada una.

Lo malo nos hace darnos cuenta de todo lo bueno. Suena raro, pero hasta que no se rompe esa camiseta no te acuerdas de lo bien que te quedaba y con todos los pantalones con los que la podías combinar. Lo malo ,además, nos hace aprender, o eso dicen. A mí me gusta creer que lo malo nos hace tocar fondo poco a poco, y alguien solo puede comprender lo bueno que es ser una persona racional cuando sabe lo que se experimenta al estar cerca del fondo.

Dicen que el fondo es aquel lugar de salvación del que sabes que solo puedes salir, no puedes hacer nada más, salvo claro, permanecer hundido. Entonces tiendes a comprender que andar hacia delante es el mejor de tus males, y que el pensar en positivo es el único regalo que no se te ha arrebatado. Así se debió fraguar la primera esperanza, y ese es el regalo del desgraciado. Al fin y al cabo pienso que la concepción del fénix tuvo que tener un origen similar a eso, en la idea de tocar fondo para más tarde poder recomponerte.

Mi mala suerte es de risa, no me la creo ni yo. Me hago mayor, y me da por quejarme, porque está de moda, y no me doy cuenta de que todo lo que tengo a mi alrededor me hace un privilegiado a todos los niveles. Que si encuentro algo de lo que me puedo quejar lo hago, y a eso le llamo mala suerte. Simplemente han sido dos semanas de coincidencias que minan la moral de cualquiera a corto plazo, y que me llevan a disfrutar pensando que mañana puede ser un buen día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario