Llevo casi dos semanas igual, con mala suerte. Haga lo que
haga las cosas no me salen del todo bien, y pensaba que era algo pasajero, pero
al final ha sido un día, tras otro día tras otro día. Si me quedo a
dormir en algún sitio, me tengo que poner malo de la barriga. Si tengo un par
de semanas este cuatrimestre con prácticas a tomar por saco de donde vivo, se
me va a estropear el coche nada más empezar. Si salgo con tiempo de casa, me
voy a perder. Si me quitan las clases de un viernes me van a poner una práctica.
Poco puedo hacer más por torcer la cabeza, pero el ver las cosas desde otro
ángulo no me sirve para contemplarlas mejor.
Entonces, hace un par de días
me acordé de una frase que mi autor favorito le hacía pronunciar a uno de los
antihéroes que protagonizan sus novelas: "Tienes
que tener en cuenta la posibilidad de que no le caigas bien a Dios." Y eso... eso no puede ser.
Yo
soy de los que piensa que después de algo bueno siempre viene algo malo. Que
tras un día de dicha llegará un día de desgracia, y que todo pasa porque en el
mundo deben de haber cosas buenas y cosas malas, para equilibrarse. Todo gira
en una especie de círculo que podríamos definir como una balanza, y que define
nuestro momento. Por cada "pro" podemos encontrar al menos un "contra", otra cosa
es que queramos verlo, y por cada "contra" podemos encontrar un "pro".
Las
cosas buenas nos hacen disfrutar de la vida, nos hacen estar alegres, liberar
endorfinas, descargar adrenalina y "dejar de sentir". Digo "dejar de
sentir" porque realmente si solo nos pasasen cosas buenas dejaríamos de ser
humanos, al final no disfrutaríamos de nada. Es como cuando te compras una
camiseta, que como mucho, y con la camiseta más bonita, te puedes alegrar los
primeros cinco minutos, no disfrutamos; si se te rompe cualquier camiseta
puedes estar lamentándote meses. Vete de rebajas, cómprate 20 camisetas de golpe y a ver cuánto te alegras por cada una.
Lo
malo nos hace darnos cuenta de todo lo bueno. Suena raro, pero hasta que
no se rompe esa camiseta no te acuerdas de lo bien que te quedaba y con todos
los pantalones con los que la podías combinar. Lo malo ,además, nos hace
aprender, o eso dicen. A mí me gusta creer que lo malo nos hace tocar fondo
poco a poco, y alguien solo puede comprender lo bueno que es ser una persona
racional cuando sabe lo que se experimenta al estar cerca del fondo.
Dicen
que el fondo es aquel lugar de salvación del que sabes que solo puedes salir,
no puedes hacer nada más, salvo claro, permanecer hundido. Entonces tiendes a
comprender que andar hacia delante es el mejor de tus males, y que el pensar en
positivo es el único regalo que no se te ha arrebatado. Así se debió fraguar la
primera esperanza, y ese es el regalo del desgraciado. Al fin y al cabo pienso
que la concepción del fénix tuvo que tener un origen similar a eso,
en la idea de tocar fondo para más tarde poder recomponerte.
Mi mala suerte es de risa, no me la creo ni yo. Me hago
mayor, y me da por quejarme, porque está de moda, y no me doy cuenta de que
todo lo que tengo a mi alrededor me hace un privilegiado a todos los niveles.
Que si encuentro algo de lo que me puedo quejar lo hago, y a eso le llamo mala
suerte. Simplemente han sido dos semanas de coincidencias que minan la moral de
cualquiera a corto plazo, y que me llevan a disfrutar pensando que mañana puede
ser un buen día.