martes, 10 de mayo de 2011

Hablar por hablar


Con el tiempo empiezas a disfrutar de los espacios de tiempo que surgen tras cada una de las palabras que pronunciamos en un diálogo. Pienso que ése es el momento en el cual podemos decir que “pasamos tiempo” con una persona, porque cuando hablamos estamos demasiado enajenados con nosotros mismos como para darnos cuenta de muchas cosas. Cuando estás hablando, millones de cosas vienen al mismo tiempo a tu mente, y son tantas cosas que coges la primera idea fácil que se te aparece y empiezas a tirar de ella, formando una frase. Simplemente es impensable que puedas disfrutar en ese momento, asúmelo, no puedes pensar en todas las cosas que tienes que decir y en la otra persona al mismo tiempo. Entonces surge un pequeño silencio y lo arregla todo.

Yo soy de los que a veces hablo mucho, y otras veces hablo poco. Hablo mucho cuando estoy nervioso o eufórico, y muchas veces digo tonterías y me invento cosas, así porque sí, aunque ninguna tenga gracia, lo sé, suena penoso. Sobre todo hablo mucho cuando puede que esté algo nervioso por cualquier cosa. Cuando hablo poco es porque seguramente quiera escuchar, o necesite escuchar a alguien, por lo de saber si alguien te está siguiendo el ritmo. Hay momentos en los que no hablo simplemente porque no hay nada que hablar, o porque no es necesario ya que puede que conozcas lo que piensa la otra persona.

Saber qué piensa otra persona es un tema interesante. Puede que sea porque le conoces tanto, y desde hace tanto tiempo, que no hace falta que os digáis lo que estáis pensando en ese mismo momento, simplemente lo sabes. Creo que es la comunicación más estrecha que puedes tener con cualquier persona. En otros casos puede que no necesites hablar con ella porque vuestras dos personalidades y forma de pensar puede que se asemejen, y ése es otro tema interesante. No hay dos personas iguales, pero sí parecidas.

A veces lo que importa no es el hablar, sino el reírte hablando, el tema hablado, las posiciones y la forma de decirlo. El habla lo aprendemos pocos años después de nacer, y no le damos la importancia que tiene dentro de nuestra sociedad, ya que sin nuestro hablar no podríamos concebir un modo de vida como es el nuestro, que se basa en relacionarnos con la gente que hay a nuestro alrededor.

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