Ahora te cuento...
Todo empezó ayer por la noche, bueno realmente empezó mucho antes. Llevo un par de semanas que estoy agobiado, bastante agobiado, porque el horario que llevo no me deja casi respirar, porque intento entrenar cuando no tengo tiempo, porque siento como no cumplo mis responsabilidades, por muchas cosas más en general, y ninguna en concreto en el terreno de lo particular. Todo se me acumula, como supongo que le pasa a mucha gente, y no sé qué hacer con toda la mierda que se acumula dentro de mi cabeza.
Ayer exploté, con mi madre, con mi padre, sobre todo con ellos, y discutí, y lo pasé mal, y lloré, y más cosas. Agobiarse es muy malo, te hace pensar que no llegas, pero realmente nunca lo vas a saber, porque ¿quién te dice que si en este mismo momento te lo estás planteando no estás tirando el tiempo que te servirá para llegar? La vida es corta, y nosotros somos capaces de hacer cosas que deberían estar inalcanzables, pero día tras día se nos demuestra que no es así, todo lo que te encuentras en tu vida te enseña a estar algo más cerca de tu sueño, y así se construye el mundo, poco a poco. Créeme, se puede llegar.
Entonces me he levantado mejor esta mañana,
habiendo dejado tirados a mis amigos la noche anterior. Lo primero que he querido hacer es disculparme aún más con mis padres, como toca, porque la culpa no es sino mía, y aunque se lo dije ayer, ellos siempre aprecian que desayunemos juntos. El perdón es lo que te hace más humano, y te hace tan humano cuando perdonas como cuando pides perdón con sinceridad. Hoy me he sentido la persona más persona del mundo, lo siento por vosotros.
Por la tarde debía jugar un partido en Castellón, así que tenía que irme de casa, y ya de paso me quedaría en el piso allí (aquí) de cara a pasar la semana, como siempre. El
partido perdido, pero buen partido, me quedo con cómo he jugado, que no está demasiado bien, pero no está mal.
Cuando llego al piso se me ocurre ir a por el pan antes de que cierren el supermercado, y voy; después de todo acababa de jugar un partido, y estirar las piernas y que me de el aire me viene siempre bien para ponerme a estudiar.
Me dejo las llaves dentro. Lo sé, soy un despistado, pero estoy cansado. Es mi culpa, pero lo único que he podido hacer es reírme de mí mismo, no tengo otra, si me pongo a llorar y pienso que soy un imbécil no voy a lograr nada.
He hablado con la casera, y he quedado en su casa para que me de las llaves de repuesto. Por el camino iba hablando con Lucía y con mi madre, por turnos, nunca a la vez, y entonces
se me queda el móvil sin batería.
Ya estoy en casa,
y tengo que estudiar porque el lunes y el martes tengo exámenes.
Y ¿por qué escribo de todo ésto? Porque hoy ha sido uno de esos días de los cuales no puedes hacer nada con ellos sino aprender. Y he aprendido que a pesar de que te pasen muchas cosas malas no tienes por qué pensar que todo te va a pasar a ti, porque sino te pasará. Hoy me he reído, y bastante, sobre todo en los capítulos posteriores al partido, donde estaba relajado y cansado. Al final lo he visto desde otro punto de vista, ahora sé que no me tengo que agobiar, sé que tengo que mejorar más jugando, esforzarme por coger las llaves cada vez que salga de casa y además cargar el móvil aunque tenga media batería, porque las baterías ya no se hacen como antes, y no duran nada.
Sé que la mala suerte no existe, sino que existe una actitud ante la vida. Hay quien piensa que cuando un día te sale mal te va a pasar todo a ti, y entonces es cuando pasa. La mente es el arma más poderosa, y no tenemos un mecanismo para evitar las desgracias, pero sí para atraerlas, y si hay algo peor que una putada son muchas en fila. La vida hay que tomársela con filosofía, y eso es lo que no he hecho últimamente.
Hoy realmente no he aprendido nada, sino que la vida me lo ha recordado. Mañana toca despertarse pronto para estudiar, y cuando lo haga sonreiré por no haber tenido que dormir en el rellano de la escalera hasta que llegasen mis compañeros de piso. También tienes que pensar que las cosas podrían haber salido peor.
Hay que cambiar esa actitud de perros pachones.